Usualmente disfrutamos de alguna de estas danzas o de ambas
durante fiestas tradicionales chinas, en especial el año nuevo.
Lo primero que llama nuestra atención usualmente son
los colores, la energía que transmiten los tambores, y la
destreza de los bailarines.
Ambas danzas son el resultado de una larga y cuidada
tradición que se cultiva aún hoy,
dentro y fuera de China.
Son mucho más que un llamativo performance.
En cada acto encierran símbolos e historias para deleitar
no solo nuestros sentidos sino también nuestro intelecto.
Para ambas danzas los bailarines requieren de un gran entrenamiento, no solo artístico o escénico, sino también deportivo, muchas veces vinculado a las artes marciales. Ambas danzas exigen una gran precisión en los movimientos. Es por ello que algunas escuelas donde se enseñan son también escuelas de Kung Fu u otras artes marciales. La habilidad de los bailarines se pone a prueba, no solo en las festividades, sino que existen a lo largo del mundo competencias para ambas danzas.