DE MONSTRUOS, GIGANTES Y OTRAS CALAMIDADES
La historia aborda la relación de dos niños que, a su modo y en su entorno, están solos: Javier, a quien ignoran por completo en su casa; y Mónica, una niña que vive con un padre alcohólico. A partir de un encuentro fortuito en un parque que ambos frecuentan, los dos se darán la oportunidad de compartir sus miedos, sus juegos, sus secretos, pero, sobre todo, la necesidad de saber que aun en la soledad se pueden encontrar amigos en quien menos se espera.
Respecto a la propuesta escénica, se plantea una historia donde se aborda el tema de la soledad y el abandono en los niños. Javier y Mónica tienen realidades muy particulares: en el caso de Javier, tiene una familia compuesta por madre y hermana que lo ignoran, sufre de terrores nocturnos por la existencia de “Shhhhh, el monstruo come voces”, y en la escuela no le va bien porque nadie lo soporta, pues la mayor parte del tiempo hace ruido como una manera de llamar la atención; en el caso de Mónica, vive una situación de violencia intrafamiliar latente al habitar con un padre alcohólico, y la mayor parte del tiempo está sola en su casa.
A partir de estas premisas, se da un panorama general de la realidad de ambos, pero lo que se pondera es la manera en cómo encuentran el uno en el otro el afecto y la compañía que tanto necesitan. Sin embargo, la realidad de cada uno parece no tener salida. Es entonces que aparece Gucho —una especie de viejo sabio—, y les revela la forma para sobreponerse a las adversidades: encontrar a un gigante que los ayude a crecer.
Finalmente, el título de la obra obedece a la idea de que un gigante no necesariamente es el más grande ni el más fuerte, sino el de mayor voluntad y fortaleza de espíritu; que un monstruo no siempre se identifica a simple vista, sino por sus acciones; y que una calamidad es, a fin de cuentas, un hecho inevitable, que lo mismo se vive cuando uno es niño, que cuando es un adulto.






